EL AYUDANTE
Illustrated by: Eduardo
1. Después de varias semanas buscando un trabajo que se adecuase con mis estudios, fui invitado a integrarme a una empresa pequeña (pero con muy buen salario).
Casi la totalidad de los funcionarios trabajan en la calle, visitando clientes y en la oficina sólo quedábamos el dueño (que raramente aparecía), yo y un encargado de mantenimiento para trabajos dentro de la oficina y, eventualmente, hacer algunas instalaciones en nuestros clientes.
2. Por razones de salud y de edad la persona que hacía los mantenimientos se jubiló y en su lugar fue contratado un muchacho, Luis, para que lo substituyese. En una llamada telefónica, el dueño de la empresa me avisó de su llegada y me pidió que fuese a recibirlo.
Y así lo hice.
3. Quedé muy gratamente sorprendido cuando vi a Luis, porque era la antítesis del encargado anterior.
Aparentemente tenía 20 y pocos años, enormes ojos claros, cabello abundante muy oscuro, bronceado, y una sonrisa y dientes que podría derretir el más frío de los corazones.
Su musculoso cuerpo estaba metido en una camiseta blanca ajustada y un par de bermudas beige, tan ceñida a su cuerpo que parecía pintada.
4. Aparentaba ser simpático, confiado y de actitud muy humilde.
Después de darle una recorrida por los pocos ambientes de la empresa y explicarle las diferentes tareas que debería desempeñar, su rostro se mostraba sonriente y dispuesto a comenzar cuanto antes. Todo en Luis era muy agradable, físicamente atractivo, atento y muy educado.
La limpieza del local era impecable, el orden y cuidado en todo lo que hacía era llamativo y satisfacía las expectativas de lo que se esperaba de él.
5. No solamente estaba muy satsfecho con su trabajo sino que nuestro trato se había hecho más cercano y su personalidad me sorprendía constantemente.
Algunas semanas después, noté que una de las bombillas de mi sala estaba precisando ser cambiada y le pedí a Luis que lo hiciese, imaginando que para hacerlo tendría que subirse a una escalera y yo podría aprovechar para contemplarlo con mayor libertad.
6. Una de las patas de la escalera estaba un poco floja y me pidió si sería posible que se la sujetase mientras él subía para evitar caerse.
Me acerqué, entonces a la escalera y la sujeté con ambas manos y no sólo tuve la oportunidad de verlo bien de cerca sino que en más de una oportunidad los vellos de sus piernas rozaban mis brazos transmitiéndome una electricidad que me llegaba hasta los más profundo de mi cuerpo.
7. Su perfecto trasero casi se salía de sus bermudas y dejaban a la vista el borde de su ropa interior que debido a sus movimientos se iba bajando cada vez más.
Si no estuviese sujetándole la escalera, con toda seguridad que mis manos estarían estrujando ese maravilloso trasero que tenía y acariciando las piernas fuertes y firmes que tenía ante mis ojos.
8. Una vez encima, montó la escalera como si fuese un caballo y me dio la ventaja de poder admirar su impresionante entrepierna que empujaba el tejido de su bermudas marcando el contorno atractivo de sus genitales. No se cómo hice para impedir que mis manos se abalanzaran sobre tan tentador paquete.
9. Cuando terminó con el trabajo bajó de la escalera que yo, cuidadosamente, aún sostenía con mis manos obligándolo a que pasase por entre mis brazos para poder llegar hasta el suelo. Un pequeño segundo del contacto con su firme y musculoso cuerpo fue suficiente para apoderarse de todo mi ser y me dejase consciente de cuán atraído estaba hacia Luis.
10. Parado frente a mí, mientras cerraba la escalera, apenas pude escuchar cuando preguntaba, “Bueno, Sr. Pedro, hay algo más que pueda hacer por usted?”. Pensé para mí, “Sí, desnúdate y ten sexo conmigo aquí, sobre mi escritorio, ahora mismo.”. Reaccionando de mis pensamientos, rápidamente, le dije, “Gran trabajo, Luis. Y si, hay una cosa que puedes hacer por mi: nada más de Sr. Pedro, por favor, solamente Pedro, está claro?”, guardándome ese pequeño pensamiento para mí.
11. Mientras Luis recogía sus herramientas y las volvía a colocar en la caja, me quedé mirando ese culo perfecto y descomunal.
Según las pequeñas charlas que teníamos durante mi cotidiana supervisión, pude darme cuenta que Luis era totalmente heterosexual. Eso ya me lo aprendí bien rápido cuando me contaba las diferentes chicas con las que estaba saliendo (hasta tres al mismo tiempo).
Pero mi deseo parecía no ser más que una fantasía que nunca se haría realidad.
12. Al día siguiente, yo estaba en el baño refrescándome el rostro y lavando mis manos cuando Luis llegó. Abrió la puerta y me saludó con su constante sonrisa masculina y atractiva y me dijo, “Hola Pedro, como estás hoy?”. Devolviéndole la sonrisa le respondí “Muy bien, Luis. Y gracias por recordar de llamarme Pedro, solamente.”
Con una carcajada me respondió, “Pues claro, cómo no me voy a acordar, primero por ser muy halagador poder llamarte solamente por tu nombre, sino que, ya deberías haberte dado cuenta que lo que tú me pides, es una ‘orden’, para mi.”
13. Sin esperar más nada, comenzó a quitarse su ropa de calle para cambiarse por la clásica ropa de trabajo.
Continuamos charlando mientras levantó y se quitó su camiseta dejando al descubierto un pecho saludable y muy bien formado, seguido de un vientre marcado por nítidos músculos y cubiertos por una piel perfecta, de un color tremendamente atractivo.
14. Mis ojos casi se saltaban de sus órbitas pero la naturalidad de la conversación y el comportamiento desenfadado de Luis me permitió seguir observándolo sin inhibiciones mientras conversábamos.
A continuación, bajó el cierre de su pantalón, dejándolo caer hasta la mitad de sus piernas. A pesar que yo no quería que se diese cuenta que lo estaba observando con deseos, la vista que pude apreciar de su distendida ropa interior casi me lleva a perder el control.
15. En ese momento decidí que debía irme para evitar que descubriese todo lo interesado que estaba en él.
Decidí salir, aunque pude observar cuando se estaba poniendo sus bermudas y el esfuerzo que debía hacer para subirlas por esos muslos distendidos y firmes.
16. Conseguí encontrar un apartamento agradable y bien locaalizado. Inmediatamente solicité que efectuasen la mudanza. Cuando fui a mi casa, en mi cabeza se arremolinaban los pensamientos porque Luis era un cazador de faldas y jamás se podría interesar en alguien como yo.
Principalmente porque mi vida sexual era bastante escasa y yo normalmente había estado con tipos bastante conservadores y físicamente no tan atractivos como Luis.
17. El último tipo con el que salí tenía una atracción por la hipnosis. Jugamos un poco con eso pero nunca lo tomé en serio.
Estando solo en casa empecé a pensar en Luis. Empecé a ponerme nervioso. Entonces pensé, “Ahh, esto es una locura! Supéralo. Nunca vas a tenerlo, así que no te tortures a tí mismo!”
Para distraerme decidí buscar algo para leer. Me acordé que habían quedado unos libros sobre hipnosis. Por si acaso, los agarré y comencé a leerlos.
18. Pronto estaba totalmente involucrado en el tema. Empecé a ver la manera de conseguir la atención de Luis. Una de las técnicas hipnóticas del libro era balancear algún objeto llamativo frente a los ojos del sujeto. Mientras tanto, con voz muy calma se le sugeriría a la persona que estaba cansada y que el sueño lo invadía mientras el sujeto se concentraba en el objeto y se relejaba.
19. El libro decía que se podía usar cualquier objeto, cuanto más llamativo, mejor y que el balanceo no siempre era necesario.
Lo importante era conseguir que el sujeto se concentrara en él. Yo tenía un pequeño cristal que alguien me había regalado. Tal vez tendría la oportunidad de probar ésto con Luis.
20. Después de unas semana, me había familiarizado con todos los detalles del libro.
Ese día, Luis llegó luciendo más atractivo que nunca, a pesar de ser el mismo uniforme de todos los días. La camiseta bien al cuerpo, apenas llegaba a la cintura de sus bermudas ajustadas.
Pensé que me correría con sólo mirarlo. Cualquier nerviosismo que yo tuviese sobre mi pequeño experimento con la hipnosis se derritió en el fuego de la lujuria.
21. Cuando estaba terminando el día, encontré a Luis limpiando los vidrios de los ventanales.
“Oh, hola Luis, no sabía que tú todavía estabas por aquí!”, le dije.
“Si, Pedro, espero no haberte molestado”. “En absoluto”, le respondí, “Tienes algún programa para esta noche?”. “No, que va, a pesar de ser Viernes, parece que nadie quiere salir conmigo!”. A lo cual le respondí, “Eso si que no te lo puedo creer…”.
22. Lánguidamente contestó, “No te creas, he hecho varias llamadas y la gente o no está o ya hicieron planes… Alguna sugerencia?”
Yo estaba muy feliz de escuchar lo que me dijo y le agregué, “Mi propuesta: antes de terminar de mudarme, tengo que pintar la sala en mi casa y, tal vez, cuando saliéramos, podríamos ir hasta allá, me preparas un presupuesto y tomamos unas cervezas… Qué te parece?”
23. Inmediatamente respondió con el rostro iluminado, “Presupuesto, nada! Sólo comprar el material y yo me encargo del resto. Si no es así, entonces no hay trato”.
A pesar de que insistí, no fue posible hacer que desistiese de trabajar sin cobrar. Pero bueno, lo que yo quería era que fuese a casa para ver como funcionaba el experimento de la hipnosis.
Sin esperar más, Luis dijo, “Bueno, yo estoy pronto para lo que sea. Te falta mucho? Yo no me voy a cambiar, voy así mismo, si no te molesta.”. Le respondí, “No, yo también ya terminé. Y no te preocupes que cualquier cosa que tengas puesta, todo te queda muy bien. Vamos!”.
24. Al llegar a casa, le mostré a Luis lo que precisaba que hiciese y pareció muy entusiasmado, “Si esto es sólo lo que tengo que hacer, lo puedo terminar en un día…. Claro que si viene acompañado de alguna cervecita, probablemente me lleve 4 ó 5 días más.”
Le respondí, “No te preocupes por el tiempo, no tiene apuro y por el tiempo que te lleve, tampoco hay problema porque es un placer tenerte aquí.
25. Nos sentamos a charlar, traje unas cervezas, unos saladitos y aproveché para comentarle, “Quería enseñarte esta cosa. Es bastante interesante, no es?” Le acerqué el cristal y le dije, “Mira ésto! Mira como este cristal descompone la luz en todos los colores diferente.”
Le pedí que lo mirase de más cerca y empecé a girarlo un poco, haciendo que los colores cambiasen. Podía ver el reflejo de los colores golpeando las grandes pupilas claras de Luis. "Oh, sí", dijo, "eso es genial". Yo le contesté: "¿Verdad que sí? Recuéstate. Mira cómo cambian los colores. Es bastante relajante".
26. Luis se sentó, con los ojos ojos fijos en el cristal mientras yo lo continuaba moviendo. "Sólo mira estos colores, Luis", le dije, "fija tus ojos en ellos".
A los pocos segundos, los ojos de Luis empezaron a ponerse vidriosos, tal y como decía el libro.
Yo no podía creer que estuviera funcionando. Su cuerpo, tan fornido, empezó a relajarse en la silla. Seguí con lo que decía el libro. "Mira esos colores, Luis. Es realmente relajante mirarlos. Cuanto más miras los colores, más relajado te sientes". Sus párpados empezaron a agitarse un poco. Este semental ya casi había caído.
27. Por fin le dije, “Luis, voy a contar hasta 5. Cuando llegue a 5, caerás en un sueño profundo. Podrás oírme y hablarme, pero estarás dormido. ¿Entiendes?"
Respondió, casi en un susurro, "Sí".
Empecé a contar. En el 5, los ojos de Luis se cerraron y se deslizó en la silla un poco. Ahora estaba completamente dormido. Me sorprendió lo que fui capaz de hacer.
Me quedé de pie durante unos segundos contemplando a ese semental italiano.
"Luis", dije, "¿puedes oírme?". Dijo que podía. Le dije: "Bien".
Entonces le dije, "Voy a hacerte unas preguntas y vas a responderme con la verdad. ¿Entiendes?" Luis respondió, "Yo entiendo".
28. Continué: "Según me has dicho, te gusta mucho las chicas, ¿verdad?" Respondió: "Sí, mucho". Continué, "No tienes problemas con las mujeres, ¿verdad, Luis?" "No", respondió, "no tengo ningún problema".
Le pregunté: "Te gustan los hombres, también?"
Respondió: "Algunos si. Me gustan los cuerpos masculinos". Sus ojos nunca se abrieron durante las preguntas y respuestas.
"Luis", le pregunté, "¿hay algún hombre que te guste especialmente?" Dijo que sí. Le pregunté quién era. "Hmmm...", pero Luis no respondió.
29. "Has tenido encuentros sexuales con hombres?". Respondió: "Alguna vez...". "¿Te lo has pasado bien con ellos?" Le pregunté. "Algunos si, otros no! No me gustan afeminados...para eso prefiero una mujer", dijo.
"Luis, ponte en pie y déjame que te pregunte algo: te gusta bailar, ¿no es así?”. "Soy el más caliente", respondió.
Mi polla se estaba poniendo dura. Incluso en un trance hipnótico, su confianza estaba presente.
Entonces, le pregunté: "¿Te gustaría mostrarme cómo lo haces?" "Sí", dijo.
Continué, "Luis, voy a contar hasta cinco. Cuando llegue a 5, bailarás como un stripper masculino, sólo para mi. ¿Entiendes?"
30. "Entiendo", dijo.
Conté hasta 5. Cuando llegué al 5, Luis abrió los ojos, tal y como le había dicho que hiciera, me miró y comenzó a sonreír con una gran, amplia, sonrisa sexy. Dios, ¡esos labios! "Hola,", dijo. Esto fue increíble.
"Hola, Luis", respondí e inmediatamente empezó a bailar. Era un bailarín increíble. Quiero decir, este tipo podría caminar por el pasillo y poner a alguien caliente. Bailando, ¡era explosivo!
31. Luis movió lentamente sus caderas y comenzó a darle vida a su cuerpo, revelando su estómago perfecto. Mientras se subía la camiseta con una mano, pasó lentamente la otra por sobre sus duros músculos abdominales.
32. Este tipo tenía un talento natural. Debería ser stripper. Haría mucho más dinero que de lo que hacía como chico de mantenimiento. Antes de que me diera cuenta, Luis se quitó la camiseta y la tiró al otro lado de la habitación. La parte superior de su cuerpo era gloriosa. Perfectamente musculoso.
33. Se dio la vuelta y comenzó a girar sus caderas de nuevo. La vista de su trasero de burbuja girando era nada menos que increíble. Cuando volvió a quedar de frente, el botón superior de sus bermudas estaba abierto. Lentamente comenzó a a bajar la cremallera tirando de la banda de la cintura.
34. Mis ojos se clavaron en la entrepierna de Luis. Se quitó su calzado de trabajo. Continuó con sus movimientos empujando lentamente sus bermudas hacia abajo.
¡Boxers! Sí. Se veía tan sexy con sus bermudas a la mitad de sus piernas y con esa ropa interior tan ajustada.
35. La polla de Luis se tensó contra el material de los calzoncillos. El contorno de su polla era totalmente visible. Luis se quitó las bermudas y la lanzó lejos de un puntapié. Me acerqué y comencé a acariciar su polla sobre su ropa interior. Ansiaba verla, pero aún quería disfrutarlo más. Puso sus pulgares en la banda de la cintura y, comenzó a bajarla.
36. Acompañando sus movimientos, me puse frente a Luis y comencé a frotar mi sexo contra el de él. Mi pantalón reventaba y casi no podía contener mi polla mientras se refregaba contra la increíble dureza de la de Luis.
37. Sin interrumpir nuestros movimientos, le dije, “Está haciendo mucho calor, Luis, por favor, sácame mi camiseta.”
Obedientemente, Luis llevó sus manos al borde de la camiseta y sin dejar de refregar nuestros miembros, la fue levantando y terminó por quitármela.
38. A seguir, le dije, “Luis, ahora vas a quitarme mi pantalón!”
Se colocó detrás de mi y rodeándome con sus fuertes brazos desprendió el botón en la cintura de mi pantalón. Abrió el cierre sin el menor esfuerzo porque mi polla lo empujaba fuertemente desde dentro.
39. Me rodeó y se paró frente a mí. Se inclinó un poco y fue bajando el pantalón mientras deslizaba sus enormes manos sobre mis piernas, con lentitud, sensualmente.
Mi polla no paraba de crecer y apenas estaba sujeta por el fino material de mi ropa interior.
40. Al terminar de sacarlos, con ambas manos agarró mi ropa interior y comenzó a bajarla mientras su rostro se recostaba sobre mi pelvis y su boca humedecía mi piel.
41. Mi polla saltó hacia adelante cuando se sintió liberada de la prisión de mi ropa interior y en ese momento Luis la tomó con su mano mientras la deslizaba hacia arriba y hacia abajo con suaves movimientos.
42. Su rostro se recostaba a la pelambre que rodeaba la base de mi polla y Luis permitía que algunos pelos se metiesen en su boca saboreándolos con auténtica pasión.
Podía sentir el calor de su aliento sobre mis genitales.
Pocos segundos después su boca rodeó mi glande y su lengua lo acarició con destreza excitándolo más aún mientras sus manos acariciaban mi cuerpo.
43. Permitió que sus labios se fuesen deslizando hacia abajo mientras mi polla se humedecía dentro de su boca. Siguió con esos movimientos excitantes por varios minutos hasta que mi miembro se endureció más aún llegando al punto de no retorno, descargando todo su contenido sexual sobre el voluminoso pecho de Luis.
44. Varias erupciones se sucedieron bañando sus fornidos pectorales con mi semen.
Para disfrutar ese momento un poco más, le dí la orden que se pusiese de pie y limpié todo su pecho retirando todo vestigio de lo sucedido. Al pararse pude ver que Luis también estaba con una gran erección.
45. Poco después le ordené, “Ahora, gira y quédate de espaldas que quiero sentir tu enorme trasero recostado sobre mi polla.”
Luis obedeció mi orden y recostó todo su cuerpo sobre el mío. El contacto con su piel, sus glúteos y el calor que transmitía, me descontrolaba y me impulsaba a disfrutar del momento al máximo.
46. Lentamente, inclinó su tórax hacia delante forzando su trasero sobre mi miembro, que no conseguía retornar a su estado natural.
Luis continuaba moviendo sus caderas, haciendo que yo sintiese que mi polla estaba comenzando a excitarse, nuevamente.
Después de unos minutos, le dije, “Ahora, Luis, gira de nuevo hacia mi.”. Así lo hizo.
47. Llevé mis manos a la cintura de su boxer y, mientras me agachaba, enganché con mis dedos el borde de su boxer y lo comencé a bajar lentamente así me daba tiempo para disfrutar del espectáculo que estaba apareciendo frente a mis ojos.
Primero vi aparecer los vellos púbicos y el nacimiento de su tremenda polla, a lo cual no pude resistir más y le terminé bajando su ropa interior hasta la mitad de sus piernas.
48. Salió rebotando la polla más atractiva y perfecta que jamás había visto. Luis dejó de moverse, puso las manos en las caderas y allí se quedó. Yo lo miré de arriba a abajo. La visión de Luis desnudo era aún más caliente de lo que había había imaginado. Sentía que mi polla nuevamente se estaba endureciendo.
49. "Préstame atención, Luis", le dije. Él seguía de pie, pero con los ojos cerrados. "Luis", le dije, "Voy a contar hasta cinco. Cuando llegue a 5, te vas a despertar y te vas a encontrar más caliente de lo que nunca te has sentido. Vas a querer que te haga una mamada. ¿Entiendes?"
50. "Sí", dijo. Conté hasta 5. Cuando llegué a 5, Luis abrió los ojos y vi como su polla comenzó a endurecerse ante mis ojos. Se levantó como una serpiente de una cesta al son de la música de un encantador. En poco tiempo, estaba sobresaliendo al frente a Luis, pareciendo dura como una roca. Debía de medir 25 centímetros.
51. El pepucio de Luia estaba a medio camino de su glande. Caí de rodillas ante Luis y tomé su hermosa polla en mi boca.
Cuando empecé a trabajar su polla, agarré la mía propia y Luis empezó a gemir de placer. Le di a Luis una mamada como ninguna que había dado antes. Mientras se la chupaba, también masturbé mi propia polla. La sensación de Luis en mi boca, su sabor, su temperatura, su firmeza eran increíbles.
52. Los huevos de Luis empezaron a subir y pude sentir que estaba a punto de correrse. Chupé con mayor intensidad y la mano en mi propia polla se agitaba hacia arriba y hacia abajo. Luis explotó en mi boca. El primer chorro de su semen caliente golpeó la parte posterior de mi garganta con tanta fuerza que pensé que lo atravesaría. Se descargó en mi boca y, mientras lo hacía, yo empecé a correrme.
53. Dejé que la polla de Luis cayera fuera de mi boca. Miré hacia arriba, miré hacia él. Por Dios, tenía un aspecto increíble. Parecía perfectamente satisfecho. Y yo me sentía muy bien yo mismo.
54. Incluso aunque quería más de Luis, pensé que por ser la primera vez, ya había hecho suficiente. "Luis", dije, "Voy a contar hasta 5. Cuando lo haga, puedes abrir tuss ojos, aunque no despertarás, mientras tanto, yo te pondré tu ropa. ¿Entiendes?" "Lo entiendo", dijo.
55. Conté hasta 5, Luis abrió los ojos e inmediatamente comencé a ponerle su ropa.
Primero fueron los boxers, una pierna y luego la otra.
Era absolutamente agradable lo bien que se sentía agarrar y acariciar esas piernas firmes, musculosas y velludas.
56. Al llegar a la entrepierna, el boxer estaba totalmente distendido y casi no me permitía terminar de subírselo.
Primero de un lado y luego del otro, conseguí ponerlo en su lugar, pero el miembro aún excitado de Luis, se negaba a ser encarcelado nuevamente.
57. Suavemente agarré su polla y se la coloqué dentro de su boxer.
Obviamente, me tomé un tiempo para mí mismo para nuevamente acariciar tan apreciada y sensual polla.
Una vez adentro de la ropa interior, lo acomodé para que resultase lo más parecido a como estaba cuando habíamos llegado.
58. Luego lo vestí con su camiseta y sus bermudas. El mismo trabajo que me costó subir su boxer, se repitió con las bermudas.
Tuve que meter mis manos dentro de las mismas, para ayudarme.
Era tan placentero que me sentía como si estuviese teniendo sexo. Poder acariciar esas piernas, rozar suavemente su sexo, acomodarlo, darle una nueva caricia...
59. Luis continuaba parado frente a mi, como un autómata.
Empecé a vestir mis ropas para volver a la normalidad antes de despertarlo.
Mi boxer, mi camiseta y mi pantalón volvieron a su lugar.
60. Siempre parecía poco y no estaba deseando que terminase.
Una vez que los dos estuvimos vestidos, le guié de vuelta a la silla en la que había estado sentado y le dije: "Luis, ahora, voy a contar hasta 5. Cuando llegue a 5, te despertarás sin recordar nada de lo que ha ocurrido aquí. ¿Entiendes?"
"Sí", dijo. Conté hasta 5 y Luis abrió los ojos. Sacudió la cabeza y me miró.
61. "Todo bien, ¿eh, Luis?", le pregunté. "Sí, Pedro. Supongo que sí. Me siento como se hubiese despertado de un profundo sueño. Hice alguna cosa comprometedora?", preguntó, sonriendo con una sonrisa tonta. "Bueno, ya conversaremos sobre eso otro día.", le dije, "Ahora supongo que que será mejor que nos vayamos, voy a llevarte a tu casa. Tienes alguna duda o pregunta que quieras hacer?".
62. "Sí", dijo Luis, "Tengo una pregunta para hacerte y dos comentarios.”
“Ok, veamos la pregunta…”.
“Ya que voy a venir a pintarte la sala, no te gustaría que también pintase el resto de la casa? así te queda todo como nuevo!”
“Luis, sería bueno, pero no quiero abusar de tu buena voluntad, eso te va a llevar un montón de días. Aunque ahí vamos a tener que acordar un salario justo que compense tu esfuerzo”, le respondí.
63. “No te preocupes, hacer algo para ti, me deja muy feliz y no estas abusando de mi para nada. Con la retribución que me ofreciste hoy, las cervezas y TODO LO DEMÁS, está super bien”
“Ok, Ok, muchas gracias, pero aún tenemos que conversarlo detenidamente. Es un placer, siempre, tenerte por aquí!”
“Fantástico. Ahora tengo que hacerte los dos comentarios...”
“Si, dime”
64. Luis continuó diciendo, “El primer comentario, es algo que me parece que tienes que saber: No te creas para nada esa historia de la hipnosis que te contaron, no funciona para nada… Ni cerca... jamás conseguiste dormirme! Aunque... mismo así, tengo que confesarte que es muy divertida... y me gustaría que continuaras intentándolo...”
65. “Oh, por Dios!!! Y me mantuviste engañado todo el tiempo…?”.
“Pues si, me resultó muy buena idea, que sería interesante.” contestó con una carcajada.
“Qué fiasco! Ok, y el otro comentario!?” le pregunté
Luis continuó diciendo, “Cuando me preguntaste si había algún hombre que me gustase especialmente, sólo respondí `Hmmm...’, porque no me animé a decirte en ese momento que el único hombre que me atrae... eres TÚ!”
Fin de la Historia
EL AYUDANTE
Illustrated by: Eduardo
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